Alejó otra vez el móvil.
- Chicas, ¿queréis saber qué ha dicho? Que me echa de menos...
- Venga..., no seas estúpido.
- Has cambiado.
- ¿Por qué?
- Por lo general me llamas tonto.
- ¿Y qué es mejor, tonto o estúpido?
- Bueno, digamos que prefiero estúpido... Además, has dicho que llamarías tonto a mi hijo, así que a mí tienes que llamarme a la fuerza estúpido, porque si no en esa casa no nos aclararemos. ¡Menudo lío!
- ¡Cretino!
- Eso... ¿Y cretino quién es, entonces? ¿El otro?
Nos reímos. Y seguimos riéndonos así. Hablando sin saber muy bien de qué ni por qué. Después decidimos colgar, prometiendo que nos llamaremos mañana. Es una promesa inútil: lo hubiéramos hecho de todos modos. Cuando pierdes tiempo al teléfono, cuando los minutos pasan sin que te des cuenta, cuando las palabras no tienen sentido, cuando piensas que si alguien te escuchara creería que estás loco, cuando ninguno de los dos tiene ganas de colgar, cuando después de que ella ha colgado compruebas que lo haya hecho de verdad, entonces estás perdido. O mejor dicho, estás enamorado, lo que, en realidad, es un poco lo mismo...
No hay comentarios:
Publicar un comentario